Tuesday, November 3, 2009

Madrid, o el enorme gimnasio gratuíto

Llevo dos semanas viviendo en Madrid y, en serio, parece que lleve dos años.
La razón no la sé, a lo mejor porque es una ciudad medio desconocida, el máster es algo totalmente nuevo, eso de vivir medio solo, que si hacer la compra y toda la pesca.
De todas formas, quería comentaros lo divertida que es esta ciudad y la cantidad de ejercicio que se puede hacer al cabo del día, sobre todo si vives en un cuarto piso sin ascensor.
Por un lado están esos cuatro pisos, que evitan que quieras bajar a la calle, a menos que sea muy urgente (que el frigorífico esté vacío o que la basura llegue a las rodillas).
Y después está la media hora de ejercicio aeróbico, que es lo que me lleva llegar a la Escuela (la Escuela de Negocios, no la escuela de los niños, las témperas y las plastidecor).
Pero lo mejor son los deportes adicionales que hay por el camino.

El primero, equilibrio sobre adoquines. La mitad de las calles de esta maravillosa ciudad están hechas de adoquines que, como sabéis están mal puestos aposta, para que quede más antiguo y tal. Bueno, pues no tiene gracia ninguna, sobre todo para una persona que, como yo, tiene patosidad congénita.
Pero, espera, que por ahora están secos, que cuando estén mojados o helados...si no escribo en un par de meses es que estoy tirado en el medio de la Plaza Mayor con una cadera desencajada (o también que es que no quiero escribir, que soy mu vago).

De segundo, sauna. Que es que estamos en noviembre pero hace un calor aquí que flipas.

De tercero, esquivar gente. La calle Fuencarral, la Plaza del Sol y la Plaza Mayor son los sitios más concurridos a cualquier hora, para poder llegar a tu destino deberás esquivar a la gente, incluyendo a todos esos que caminan en zig zag y consiguen ponerse justo delante de ti y tienes que moverte tú porque ellos no se van a mover ni de coña. También incluimos a la gente que se para en medio de la calle para cualquier cosa, justo delante de ti, por lo que tú te paras con los suficientes reflejos para no atropellarles, a continuación te cagas en todo, y les esquivas. También están esos que caminan como jugando a la cadeneta, esto es, cogidos de la mano formando una barrera que te impide pasar; entre estos también están los niños agarrados a los carritos o los niños a secas, esos impredecibles y locos cabr... digo, bajitos.

De cuarto, el laberinto del Metropolitano (sí, ya sé que esto no es un deporte). Consiste en bajar unas escaleritas para llegar al metro. Ahí caminaras medio Madrid bajo tierra para coger un metro que te llevará a un sitio al que hubieras llegado más deprisa andando. De hecho, hay ascensores que pueden bajar cinco pisos y todo (que se lo pregunten a Ruth...).

Por último y no es el menos importante desde luego, el deporte estrella; dribbling de putas y compradores-vendedores de oro.
La calle Montera, que une Gran Vía con la Puerta del Sol y en ella, por las mañanas te encuentras hombres-cartel que te compran y venden oro, sí, incluso a estudiantes como yo, que lo más parecido a algo dorado que tengo es un rotulador amarillo fosforito.
Y luego, por el día también, pero más por la noche, te encuentras montones de meretrices, chicas de la calle, trabajadoras de la noche, mujeres de mala vida...ya me entendéis,no?
El caso es que estas chicas, sin abrir la boca, te agarran literalmente (en el sentido español de España no el agarrar sudamericano) y no te sueltan hasta que te pones a caminar más deprisa y las dejas atrás.

En conclusión, de esta ciudad volveré o con un cuerpo genial o deshidratado, con un esguince de tobillo y la cabeza rota por un chulo.
Que vida ésta!!

1 comment:

Rbk said...

gracias por lo de "vivir casi solo"
firma:
la que paga la casa okupa