Así es que una vez decidí que tenía que mudarme para conservar mi integridad mental y escapar del raquitismo que me produciría vivir en un sitio sin luz solar, volví a dedicarme a estudiarme la página de Loquo otra vez.
Y, de hecho, lo hice, cada noche durante una hora. y así es como encontré el piso desde el que os escribo estas lineas ahora mismo. Fue una de esas veces que revisé la página de arriba a abajo y el destino, supongo, quiso que yo fuera el primero en ver el anuncio, en llamar, en concertar una cita para verlo y, en definitiva, en quedármelo.
Pero claro, el problema era que no estaría disponible hasta casi un mes más tarde, así que lo comenté en el tugurio ese en el que vivía y fue cuando me exigieron más pasta (esto es muy coñazo, casi me lo salto, no?) hubo gritos y tal, así que decidí pirarme casi al instante, por lo que me tuve que ir a casa de una amiga a la que, como es evidente, le estaré eternamente agradecido. (INSERTAR ANÉCDOTA)
Así que ahí tuvo lugar la tercera mudanza, ésta en coche, bastante más sencilla por los bultos, pero no tanto por el hecho de que entrar con coche en Lavapiés es misión casi imposible...
Ahí estuve un par de semanas o así, y de ahí al piso nuevo...en metro y unas cuantas veces, eh? que yo creo que me dejé los pocos ingresos que me quedaban en boos-metro.
Y esa la historia muy resumida, no me quedan muchas cosas por contar creo, excepto esa ANÉCDOTA que no pienso publicar aquí, si queréis me preguntáis en cuanto me veáis y sino, no, que tampoco es tan interesante...
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